Los comensales

Nuestrxs tres mosqueteros jugaban en el pequeño parque de la casa de la abuela, revelándonos el espejo propio, imitando situaciones cotidianas, desplegando sus dotes actorales y de simulación de la adultez.

La flamante cocina que acarreó Papá Noel con sus renos era el centro de la escena.

- Hoy cocinamos pollo pero con papas fritas, dijo Santi.

- Yo pongo la mesa – avisó Jazmín.

- Una cosa cada uno, como mamu y mami, – aclaró Abril, mientras se quitaba el chupete para darle importancia al comentario.

“F”, una nena dos años mayor, de unos cinco años, la invitada de la tarde, ordenaba los desmanes cuando surgían peleas de hermanos.

Mamá insistía con que estoy muy flaca, que me coma unas tostaditas. La abuela me alcanzaba un mate y miraba interactuar a sus bisnietos completamente maravillada por la escena. Tienen ese ánimo contento para crecer, fascinándonos a cada paso, mientras los apabullamos de amor.

Entre gritos, canciones y revoleo de objetos contundentes por berrinches varios, se hizo una pequeña pausa. Se impuso la charla entre los cuatro comensales alrededor de una mesa de colores, símil a la del jardín de infantes. Una sobremesa perfecta. Preguntas y respuestas, acotaciones delirantes, y carcajadas discordantes.

- ¿Ustedes no tienen papá?- saca “F” de su galera de niña curiosa.

Mamá palideció. Creo que ambas tuvimos la intención instintiva de intervenir en la charla, pero nos quedamos calladas.

- Tenemos mamás- contesta Jazmín.

- Dos mamás – aclara Abril.

Santi sube su mano y con dificultad muestra dos dedos, los dedos de la victoria, y comenta:

- Dos mamás, y fuimos al “sacamiento”, vos no viniste, “F”.

- Se dice casamiento, Santi- corrige Jazmín.

- Ah, qué bien. – dice “F”- No fui al casamiento porque no me invitaron.

Y siguieron con el simulacro de almuerzo. Hicieron chin chin entre los cuatro, y una payasada de Santi hizo que las hermanas y la invitada suelten una risa al unísono.

Me quedé en silencio .Quise correr a abrazarlos, pero me quedé ahí, quieta, advirtiéndolos capaces de relatar su mundo, haciéndose grandes casi sin que nos demos cuenta.